martes, 14 de diciembre de 2010

Una llamada a la vida Conmigo


Te espero en el camino


-Ja,ja,ja, pero, ¿qué te sucede Pablito?. Estás pálido.
La muchacha me miraba con unos ojos marrones, lindos, una sonrisa angelical, limpia.
-¿Cómo hemos llegado hasta aquí?-le pregunté.
-¿No recuerdas?, llegue ayer a la tarde, me llamaste y aquí estoy. Verdaderamente estabas muy bebido cuando me viniste a recoger a la estación, y la noche no mejoró tu tono de cordura, pero te veía muy gracioso. Hacía tiempo que no te notaba tan desenvuelto.
-Bueno, no creo que el alcohol tenga bondades que halagar a estas alturas, sobre todo cuando las resacas te descubren momentos inesperados como este.
-Deberías, entonces, escoger mejor tus momentos de debilidad para involucrar a terceros, ¿no te parece?.
-¿Por qué me dices eso?, con una llamada de teléfono ¿has venido hasta aquí?.
-No ha sido una llamada Pablo, fueron media docena, a las cuales te contestaba que no era oportuno, que no nos haría bien a ninguno de los dos, pero sobre todo a ti. Aún así, te empeñaste en que abriese el correo electrónico y leyese unas notas que, según dijiste, habías escrito para decirme lo que no te atrevías a expresar cara a cara. Me quede muy sorprendida, anonadada, triste y culpable. Te notaba tan desesperado, en tu voz, en tus letras, que pensé que realmente sería necesario hacer este viaje.

Pablo resoplaba mientras mantenía su cabeza entre sus manos, tratando de no perder el equilibrio mientras asumía una situación que le parecía irreal. ¿A que altura de la semana, de su vida había comenzado a perder la capacidad de controlar sus impulsos?, pensaba en silencio mientras mantenía los ojos cerrados para que los rayos de luz no le punzaran la vista.

-¿Me permites leer las líneas que te escribí y que tan impetuosamente han concebido tu presencia aquí?.
-Naturalmente. Llevo impreso el correo. Está en mi bolso, acércamelo, justo detrás de ti.
Pablo le acercó un minúsculo bolso plateado alargado, con flecos grises impregnados en brillantina.
-Veo que todavía sigues comprándote baratijas en los mercadillos chinos.
-Anda, cielo, no importunes tan temprano, que deberías estar más bien agradecido de amanecer conmigo en este hotel y no tirado en un banco de cualquier calle. Toma, la carta. Veo que no te tomaste mucha molestia de hacer un borrador, porque tú, como siempre, en tu línea de escribir para ti, haces que no concuerden algunas palabras, ¡hijo, repásate un poquito antes de mandar nada!.

Pablo tomó la carta y comenzó a leer para sí:

“Estas letras que te escribo pueden no ser para ti cuando las leas,
Son un alivio del corazón,
Que en éste momento se encuentra roto.
Si te contara el pesar que siento,
tendría que decir indiferencia y remordimiento.
Siento que te quiero,
Desde lo más profundo de mi corazón,
Pero te veo  tan lejos que no encuentro razón,
O no quiero encontrarla, para seguir queriéndote.
Ante esto me desplomo porque no tienen explicación
Las palabras que ahora te escribo.
Si te dijera quien soy en este momento,
Pensaría en una persona abandonada por sí mismo.
Busco la compañía de la primera persona que me llame la atención,
Busco a “esa” persona en cada coche que se cruza,
En cada mirada que esquiva la mía, en cada sonrisa que me gusta,
Pero en ninguna de las veces en que “no” te busco
Siento la necesidad de que aparezcas.
Me he abandonado sin remedio,
Y conmigo te fuiste tú.
Me encuentro en el desamparo,
Tendido al primer calor que se aproxime,
Y temo que, al entregarme, desesperadamente,
Pierda la identidad que contigo he significado.”

Pablo dobló la carta y se la devolvió a la chica que se encontrada sentada en el borde de la cama, ya casi vestida y con ademán de incorporarse para terminar de vestirse, pero fue frenada por las manos de Pablo que la invitaron a permanecer sentada.
El se giró, dándole la espalda y se dirigió hacia la ventana. Miraba pensativo, acariciándose la barba suavemente, entre confundido y buscando la serenidad para dar la contestación correcta al escenario en el que se encontraba.

-Pablo, no puedes ser tan inmaduro. Denotas una sensación de caprichoso cuando te muestras tan vulnerable que no te conviene. Frustrarte tan fácilmente cuando no consigues algo en el momento que te place, o no saber disfrutar del momento en el que vives porque deseas entonces algo distinto a lo que tienes, y aún consiguiendo ese “algo” distinto, te vuelves a frustrar porque entonces deseas todo lo contrario, te hace de poca confianza para quien está a tu lado, bien sea pareja, amigo, familiar o compañero de trabajo. Debes usar un criterio más equilibrado para afrontar cada momento del día-le espetaba ella.

-Estoy harto de escuchar eso, de ti y de mi familia, estoy harto de ser el niño bueno, estoy harto de hacer lo adecuado. No quiero haceros daño a nadie, pero si que quiero en cada momento hacer lo distinto a lo esperado, a lo deseado por el instante, por cada uno de vosotros, por vuestras y mis expectativas. Si abres la ventana y miras atentamente, ¿qué ves?, amor, trabajo, “bienestar”, estabilidad y tranquilidad. Puedo estar horas contemplando, ahora, las bondades de mi vida. ¿Y cuáles son esas bondades?, las mismas que me afligen. El amor, el trabajo, ésta mal llamada “estabilidad o bienestar”, tan corrompido y falso. Me inquieta el futuro, pero en el sentido de no tener libertad.

-¿No te sientes libre?

-No, creo que no, porque no se si hago siempre lo que quiero o lo que debo.

-Pablo, piensa tranquilamente en lo que quieres y en lo que estás haciendo.

-Hablamos, entonces, más tarde…

No hay comentarios:

Publicar un comentario