lunes, 18 de julio de 2011

AGÍTESE ANTES DE USAR


         Estoy comiendo techo, tumbado sobre la cama, con la persiana casi bajada por completo, el aire acondicionado a 24 grados y el ordenador postrado a mi derecha emitiendo un documental en inglés, subtitulado, que me recuerda las mentiras de este mundo hipotecado hasta en los callos.

         No para de sonar la misma canción en mi cabeza:”Tú tienes la ranura, yo tengo la moneda…chin, chinchinchin, chinchinchin…”, que horror… ¿En qué momento alguien entró en un bucle y comenzó a desvariar musicalmente ayer?. Y venga, que te agarro de la cintura, que te revoleo para un lado, para el otro, la manguera escupiendo el agua de la comunidad en el punto justo de temperatura, y los cócteles siendo ingeridos sin control.
Uf, ¡que dolor de cabeza!. No se que me martillea más, si mis malos recuerdos o el exceso de azúcar metabolizándose con el alcohol en mi estómago, mis riñones, mi hígado y mis pulmones (mira que “anatomopareado” me ha salido). Y ni decir de las fotos… mientras el vino de la comida te encumbraba, cual adonis esculpido en mármol renacentista, las fotografías te desnudan al  aprendiz de “guiri”, enrojecido, por el sol y el alcohol, henchido o hinchado (sin florituras) en los mofletes cual hámster que acumula alimento para el futuro.

         Puf, el móvil, mi madre… ¿qué le digo…?, luego la llamo. “chin, chinchinchin…”, jajaja, que canción más absurda. La verdad que lo pasamos muy bien, aunque no recuerdo por qué me ausenté en un par de ocasiones de la fiesta, seguro que me entró el bajón. Es difícil mantener la estoicidad de imparcialidad cuando la mente te está pidiendo otra cosa, pero creo, y espero, recordar que dí la talla. Hubo una sonrisa que de vez en cuando me pedía el delito lujurioso de cerrarla, pero hubiese sido como el adolescente que se fuma su primer porro y cree ver elefantes balancearse sobre la tela de una araña y pretende empujarlos con su manecita, posándose ésta, en realidad, sobre las posaderas ancianas de dos “abuelitas” que están comentando la telenovela del medio día, es decir, un suicidio…
¡Cómo me duele la cabeza, me va a estallar…! y hay una vecina que lleva un a hora pasando el aspirador, que ruido más insoportable, ¿cuándo parará?.

¡Joder!, me estoy acordando de los comentarios de ayer a la novia de aquel chaval… si es que vas de listo por la vida y no paras de meter la pata… anda que mentarle a la gente de Linares que son tan emprendedores como los que montaron una fábrica de paraguas en Almería… menuda mirada me echó, y con lo de “sesador de pollos”, sabiendo que ella tiene una granja de gallinas y su familia son “los hueveros”, y tú dale que te dale con la imitación de Gracita Morales que se queda embarazada por el huevero, interpretado por Alfredo landa. Madre mía, me acuerdo de esto y me acrecienta el dolor de cabeza. Aunque no estuvo del todo mal, cuando sacaste a bailar a la otra chica y la revoleaste por todo el pub al ritmo del “tractor amarillo”, y tú a lo Jhon Travolta, de nuevo el efecto nocivo del alcohol, te ves con la fuerza, el ritmo y la coordinación suficiente para transportar grácilmente a la delicada muchacha, y realmente lo que estás es fregando el suelo con su pelo, mientras uno de sus brazos lo agita con vigor pidiendo auxilio y una pierna suya se apoya en uno de tus mofletes, a punto de estallarte las pipas por dentro. No puede ser, sí, eso también lo hice…

Ojala me encontrase postrado una temporadita en esta cama sin contactar con el mundo. Entre el calor, el dolor de cabeza y los recuerdos del día anterior… el ridículo más soberano junto a la inestabilidad social más latente hacen que me vea recogiendo mi autoestima con un badil. Y los mensajes…ni releerlos. La próxima vez dejo el Iphone en el piso y salgo de marcha con un Nokia de los de 2 kilos de peso. Menudo aprendiz de Gloria Fuertes con dislexia y de Sánchez Dragó con diarrea estoy hecho, y ¿esto se lo publiqué en su muro a la muchacha?, normal que no haya tardado ni un segundo en mandarme un mensaje al teléfono postrándose loca por mi al leer lo siguiente: “con los dedos de las manos y los dedos de los pies, los cojones y la poll… todos suman veintitrés…”.

¡Dios!, este ateo te invoca para que uses un dedo que lo fulmine de inmediato. Menudo día me espera de recibir mensajes a consecuencia de lo que ayer acaeció, al menos de lo que llego a recordar, que de seguro, serán más las escenas de mi interpretación de ayer… Estoy por ahogarme con espuma de afeitar, si pudiera llenarme la boca de la espesura de la crema de afeitar y rápidamente desaparecer… joder, ¿lo pruebo a ver?, total lo más que puede pasar es que salga escupiendo por el pasillo. A ver, dice: “Agítese antes de usar”, si hombre, estoy yo para vaivenes con el brazo, que, encima ni para un alivio del luto me encuentro, imposible autocomplacer al “señor calvo” que aún está intentando recuperrarse del intento, del anterior Travolta, de dar vueltas con la chica enganchada a través de sus tirantes a los dientes de mi bragueta, el intento fue fútil pero el cabezazo ni te cuento…

miércoles, 13 de julio de 2011

PENSAMIENTO INTUITIVO


         A veces tengo la sensación de estar equivocándome en cada paso que doy. Ciertamente, el trato con las personas, es la actividad más complicada que desarrollamos a diario en todos nuestros ámbitos, ya sea profesional, familiar, personal, sentimental, social, y hasta incluso el cruce de miradas evaluadoras de quienes nos cruzamos (a veces dejamos la cabeza agachada, y otras sostenemos “chulescamente” la mirada, todo es en función de quien nos distraiga la vista).
Es difícil contentar a todo el mundo que te rodea, a los compañeros de trabajo, a tus amigos (hay que cultivarlos), a tu familia (quién no discute con una madre, más que con un padre, sobre “cuando vas a venir a vernos”, hay quien dice que ‘hay que cuidar bien a los hijos, pues ellos serán quienes elegirán tu residencia de retiro el día de mañana…’), mantener a tu pareja con el equilibrio suficiente para no pasar del polvo al barro, y hasta incluso, hay que saber como actuar con quien no espera que desarrolles una acción más allá de lo predecible.

         Enamorarse, ¿es una acción?, NO, pero… tratar el enamoramiento, o cómo actuar para no descubrirte antes de tiempo… SÍ. Dicho así parece que uno debe realizar una serie de artimañas, para embaucar al afectado de los caprichos cerebro-cardiovasculares, que fluyen, mitad del hipocampo, mitad del dedo índice en la mano de un manco, sí, de la soledad, y de estos artificios obtener la respuesta inmediata esperada.

         ¿Quién controla el qué?, ¿qué decide a quién?. Lo rutinario es que lo fácil de conseguir, lo sencillo de obtener en un corto espacio de tiempo, sea lo que previsiblemente cubra nuestras expectativas primarias. Lo difícil constituye el reto diario al que queremos enfrentarnos, para que nuestro subconsciente tenga un tiovivo en el que entretenerse, como el dueño de los coches de choque que se paseaba con toda chulería de un coche a otro mientras tú comías goma por la gracia del más tonto de tu pueblo que cumplía años en la feria y disponía de más fichas para hacerse el amo de la pista. Del mismo modo, cuando salimos a la calle, y no sé si es un caso particular, deseas convertirte en el maduro del “Último tango en París”, conservando la tripita que Marlon Brando lucía en ella a los cuarenta y diez, y que uno luce a los “veintionce”, con la soltura de un militar al que le pasan revista. No quiero referirme a que un “asaltacunas” invada mi psiquis cuando los renacuajos pisan el asfalto, sino que, inexplicablemente, sientes el deseo irrefrenable de vivir tocando un Bandoneón a dejarte la sesera sobre una mesa y un ordenador.
         Y, ¿a qué responde que uno se equivoque mil veces mil sin escarmentar?, o, ¿por qué cayendo sucesivamente en la frustración, de la expectativa descubierta, se sigue creyendo en la consecución de lo imposible?. No se trata  de reinventar una bombilla, o de volver “ateo al Opus Dei”, pero siento que existe un pensamiento intuitivo, de que vas a descalabrarte al final de una carretera inexistente, que provoca una excitación tan sublime, que no quisiera salir de esta vida sin experimentar, cada cierto tiempo, el sabor de un muro de hormigón sobre mis narices. Saberme victima de mí mismo al no enfriar mi mente cuando el alma se caldea más de la cuenta es como decir: “Pero qué delicioso es tomarse un Brownie mientras te quemas la lengua con el chocolate hirviendo…”.

sábado, 9 de julio de 2011

Tumbada en la arena



         La brisa marina se desplaza suavemente por la piel bronceada. Recorre las curvas de su cuerpo acariciándolo delicadamente como yemas de dedos tratando de descubrir cada rinconcito oculto de su piel.
De sus poros emana el aroma dulce a coco de la loción corporal y la convierte en un pastelito apetitoso, el cual, no se puede catar…

         Tumbada, boca abajo, aprieta el panameño sobre su cabeza, evitando que la brisa le prive de la sombra que le ofrece el papel trenzado de ala ancha. Sus ojos encienden la luz marina de su mirada, y ofrece destellos sensuales al parpadear. El contoneo de sus voluminosas pestañas, repetidamente, provoca la inmersión, de quien la mira, en un caleidoscopio de minerales verde agua y ámbar que hipnotiza, enmudece y sólo invita a la observación perpetua.

          El pliegue de sus labios, carnosos, rosados, es humedecido lentamente con la lengua como saboreando la cremosidad de un helado de vainilla. Sonríe, y una sucesión de perlitas dispuestas en hilera frena el ímpetu del observador por apurar el helado. A cambio de ese revés, ella le permite desplazar levemente, haciendo círculos místicos, sobre su espalda, los dedos, escribiendo, una y otra vez, su nombre en letras de caligrafía infantil.

         Su pelo anaranjado, como hojas de castaño en otoño, le cubre una frente estrechita, que oculta el más preciado tesoro de ese instante. Sus ojos silenciados y su boca sellada, no invitan a describir más allá de lo que el observador puede percibir por los sentidos, pero se muere por conocer lo más preciado de lo que frente a él palpita, saber quién es ella…