lunes, 30 de diciembre de 2013

Telón y Oscuro

Comienzan las primeras notas del piano. En lo alto del escenario Ramón comienza con la introducción. Un foco surge de entre la oscuridad de la sala iluminando sus manos, un enfoque estrecho muestra los dedos temblorosos discurriendo por las teclas. La luz se abre como el sol en un amanecer y se refleja en su cabello largo y rubio. Los dedos pulsan firmes pero su camisa,blanca y ancha, tiembla como si una corriente de aire lo azuzara. A los veinte segundos ocho focos, de luz tenue, descubren 8 rostros que entonan: "quinientos veintisiete mil cuarenta minutos, quinientas veintisiete mil horas de paz...". Despacio, de entre el público, Paul, JuamPa, Belén, Sergio, Fer, Carmen, Dani y Victoria se acercan al pasillo principal, rodean el escenario y cogidos de la mano continúan la canción: "¿cómo se mide el año que fue?, ¿Qué tal con amor?, ¿qué tal con amor?, ¿qué tal con amor?. Ciclos de amor..."
Desde el lateral derecho, Manu nos avisa de que debemos empezar a subir, por ambos laterales, de uno en uno, encontrándonos arriba el resto de compañeros, abrazándonos, besándonos, sin que cese la canción. De un extremo Álvaro asciende al centro del escenario, donde se encuentra con Mamá Rocío, se miran, se abrazan y agarrados de la mano, con la mirada al frente, cegados por los focos, ofrecen un beso al vacío, donde el público es imperceptible. Pero de entre la luz cegadora encuentran los ojos de Aaron y Nono, que expectantes sienten como un batallón de hormigas les suben desde los pies hasta los ojos, donde vierten el rocío de la emoción que discurre por sus mejillas. Mientras, en el escenario, aparecen Violeta y María, se funden en un abrazo y se agarran de las manos de los compañeros que los esperan en el escenario. Inés y Mercedes, Rocío y Ángel, Cristina, Esther, Pedro, Rafa y Manu completan una fila de voces compungidas que, con las manos entrelazadas, tratan de mantener la voz acompasada con la música, continuando con la canción: "ya es hora, escucha, esta historia sin final. Ven y compartiremos un año en nuestra amistad". Al fondo, en lo oscuro, empujando las voces de sus compañeros, Alberto, Alex, Javi y Suso, elevan el corazón de los cantantes con sus instrumentos. 
Mientras tanto, Fer, Belén, Sergio, JuamPa, Dani, Victoria, Carmen y Paul suben a reunirse con el coro, entonando las estrofas finales:"Aquí tu y yo, tan sólo aquí, cede al amor, o teme por vivir. No hay elección, no hay opción, NO HAY MÁS QUE HOY...". La última frase emana de los labios de todo el grupo, que poco a poco se van desprendiendo de sus personajes. El pecho henchido se expande en cada "no hay más que hoy". Las miradas se cruzan con cada letra de esa frase, que se repite una y otra vez, encumbrada con los acordes de los músicos que le imprimen mayor ritmo, se incrementa el tono y la sala se impregna de voces cada vez más elevadas como defensa ante la emoción que envuelve sus cuerpos, las manos aferradas,unas a otras, los empujan a entonar el último "NO HAY MÁS QUE HOY", donde la palabra "hoy" se perpetúa hasta donde el aire aguanta en sus pulmones.
La música cesa, los cuerpos se abrazan, se besan, enjugan sus lágrimas rozando sus mejillas, unos con otros, todos con todos, felices por el final, emocionados porque ese final no es más que el principio. No hizo falta público, no necesitaron aplausos, sólo el deseo de escuchar, durante este año, las palabras "telón y oscuro" para vivir innumerables veces la emoción del teatro.

martes, 12 de noviembre de 2013

Al final del túnel

Cuando los cambios se desarrollan acompasados de armonía, la ilusión con la que se afronta el cambio es tan sublime que vives en una atmósfera tan fresca que no deseas que se acabe. Esperas que, además, el cambio se comporte tan placentero como la transición al mismo.
Sin embargo, cuando el cambio transcurre rodeado de circunstancias que frenan la ilusión, la llegada del cambio no la ves ya como una mera meta, sino como una necesidad.
Si eres capaz de afrontar los cambios, que te reportarán felicidad, pero que transcurren con trampas de heces, tendrás la virtud de ver el árbol y el bosque, muy a tu favor para actuar. 

Esta mañana tuve miedo, mucho miedo. Últimamente veo muchos fantasmas, será que el futuro próximo es halagüeño y temo no alcanzarlo, por tercera vez este año, sin salir indemne, pero tratando de relativizar pienso que hoy sólo he pisado otra boñiga más en este camino de cabras que desemboca en el asfalto.
¿Por qué he perdido el miedo? Porque lo peor que me puede pasar es nada... Visto desde esta perspectiva pragmática, lo único que puedes hacer es esperar, como estoy esperando, a que todo termine, aún cuando cada poco tiempo tengo que lidiar con la mediocridad, naturalmente, representada en persona. Voy a pensar, y pienso, que las tristeza no me debe, ni puede, inundar por la inmundicia vital de otro, allá el/ella con su devenir habitual, el resultado es el que es, a cada zancadilla encontrada, veo un trampolín.

Estoy deseando de que todo acabe y todo comience, a veces con una postura radical, equivocada, que posteriormente me empuja a la tranquilidad, al equilibrio, al acto cauto. Brindaré cuando llegue a casa y salga de esta pocilga, brincaré cuando me aleje, a ser posible en un escenario mullido de arena fina y blanca, gritaré sin preocuparme de que me escuchen, aliviando estos pulmones encharcados en alquitrán, con los exabruptos que me plazacan, me tomaré la licencia de elegir lo que digo. 

Y si lo que veo a lo lejos no es lo que espero, no importa, el camino a la felicidad está trazado, es cuestión de seguirlo, sin miedo. Lo único que quiero es dejar atrás parte del presente, que fue un pasado erróneo y que no volverá.
Buscando el cambio se encuentra, la pasividad que adormece, te conforma y te mata lentamente. La búsqueda del cambio no es un ejercicio fácil, sobre todo cuando su desarrollo no es armonioso, pero a cada zancadilla, un movimiento de zig-zag y a seguir andando.
Me hubiera gustado que fuese más fácil, pero tal vez me habría dejado mucho por aprender.

lunes, 28 de octubre de 2013

La Química del Amor

“Uno debería vivir siempre enamorado. Por eso no debería casarse”
Oscar Wilde

“Hay dos cosas que el hombre no puede ocultar: que está borracho y que está enamorado” 
Antífanes -388-311 a. C

(Extracto de un artículo publicado en 2010, no he logrado encontrar la fuente original).

El estado de embriaguez amorosa inicial no es sostenible en el tiempo. En eso los científicos están de acuerdo puesto que ningún organismo sería capaz de soportar tal éxtasis de forma permanente. Sin embargo, aunque la excitación tienda a relajarse, el amor romántico sí puede perdurar. 

1-. Como el primer día 

En 2011, la neurocientífica Lucy L. Brown, del Albert Einstein College of Medicine, describió junto a Helen Fisher lo que sucede en el cerebro de parejas con relaciones de largo recorrido. “Nos centramos en aquellas personas que decían estar enamoradas como los primeros meses, aunque llevaban juntas diez años o incluso más”, explica Brown a SINC. 

El estudio, titulado 'Correlaciones neurales del amor romántico intenso de larga duración', es el primero que investiga las implicaciones que tiene este tipo de amor duradero en el sistema nervioso. 

Diferentes teorías apuntaban a que no era posible que la intensidad del amor se prolongara en el tiempo. El cuidado de los hijos podía apagar la llama de la pareja, o bien el amor, con el paso de los años, se transformaba en una amistad profunda entre ambos, sin necesidad de que existiera deseo sexual. El mismo 
Sigmund Freud especuló con que la pasión en relaciones largas respondía a una patología o a una sobreidealización por parte de uno de los dos miembros. 

“Sin embargo, otras teorías sugieren que podría haber mecanismos con los que el amor podría sostenerse en el tiempo en una relación”, destacan las autoras en su estudio. Para averiguarlo, escogieron a diez hombres y siete mujeres casados durante una media de 20 años. A todos ellos les sometieron a una resonancia magnética, y dentro del escáner les mostraron imágenes de sus parejas, de amigos íntimos, de familiares cercanos y de parientes lejanos. 

Los resultados mostraron que cuando veían la imagen de su pareja, su cerebro se comportaba de forma similar al de las personas recién enamoradas, al activarse las regiones que fabrican dopamina, situadas principalmente en el área ventral tegmental. Además, también se excitaban las regiones asociadas con el apego maternal y la amistad. 

El hallazgo de que la dopamina tuviera también un papel importante en esta fase les sorprendió por lo que entrañaba. Esta hormona es la responsable de la euforia, tan común en el comienzo de las relaciones, y es un neurotransmisor que regula el sistema de recompensa, encargado de que respondamos a estímulos que causan placer o desagrado. 

“Los resultados sugieren que el sistema de recompensa que se activa en determinadas parejas duraderas se puede prolongar en el tiempo como ocurre con un nuevo amor, pero también está relacionado con los sistemas implicados en el apego y el emparejamiento”, apuntan en el estudio. 

2-. El termómetro del afecto 

Otra de las hormonas que se disparan cuando el amor campa a sus anchas por el cerebro es la oxitocina. Entre otras cosas, es la responsable del cariño entre padres e hijos y del afecto entre las parejas, y por eso se conoce como la ‘hormona del abrazo’. Según una 
nueva investigación, sus niveles podrían influir en que una relación fuera más o menos duradera. 

Científicos de la Universidad Bar-llan de Israel analizaron las cantidades de oxitocina en sangre de 163 jóvenes. Entre ellos se encontraban 43 personas solteras y 60 parejas de ‘nuevos amantes’, que solo llevaban tres meses de relación. Como esperaban, los valores de oxitocina en las parejas eran superiores a los de los solteros, pero lo sorprendente de la investigación fue otro hallazgo, encontrado seis meses después del comienzo de las observaciones. 

“Descubrimos que las parejas con los niveles más altos desde el principio seguían juntas nueves meses después, mientras que las demás habían roto”, señala a SINC Ruth Feldman, investigadora del Centro de Investigación del Cerebro de la Universidad Bar-llan. 

Los científicos entrevistaron a las parejas y comprobaron que los niveles de oxitocina estaban relacionados con la reciprocidad de los miembros y también con el afecto, muestras de cariño, compañerismo y la ansiedad y preocupaciones que compartían. Estos rasgos son similares a los que se aprecian en una relación padre e hijo. 

Según este estudio, la oxitocina registrada durante los primeros meses podría ser, de algún modo, un indicador de la duración de la relación. Con este dato sobre la mesa no resulta descabellado pensar que si nos suministráramos la hormona de forma externa podríamos aumentar estos niveles y así conseguir que el amor durara para siempre. 

Pero Feldman es tajante: “No recomiendo usar oxitocina de forma exógena, mediante inhalación o medicación, para aumentar los niveles y avivar la relación artificialmente”. Y aconseja la opción natural. “Cuando las parejas se tocan más, pasan más tiempo juntas y se prodigan en muestras de afecto, la oxitocina aumenta y es muy positivo para los dos”. Si los niveles bajan porque todo lo anterior falla, “la relación debería terminar”, recomienda.


3-. La prueba de los 40 meses 

Comparar la actividad cerebral de parejas que siguen juntas con otras que han roto pasados 40 meses también puede servir para analizar si lo que ocurre en la mente influye en la estabilidad de la relación. Una investigación dirigida por el Alpert Medical School de la Universidad Brown (Estados Unidos) analizó esta actividad mediante resonancia magnética en 18 parejas que acababan de comenzar. 

Cuando pasaron 40 meses, los investigadores volvieron a contactar con ellas para saber si seguían o no juntas y compararon los escáneres previos. De las 12 parejas que volvieron a responder, seis habían roto y las otras seis seguían juntas. 

Los escáneres de aquellas que permanecían unidas mostraron que, al principio, en sus cerebros las zonas relacionadas con el amor romántico, como es el núcleo caudado, se activaban con mayor intensidad respecto a las de las parejas que rompieron 40 meses después. 

Del mismo modo, otras zonas que se ‘apagan’ o desactivan cuando empieza el romance, como la corteza orbitofrontal –relacionada con la toma de decisiones–, se apagaban en mayor medida en aquellas parejas que seguían juntas después de este período de tiempo. 

“Esto sugiere que las respuestas cerebrales experimentadas en los comienzos de la relación podrían estar relacionadas con la estabilidad de las parejas”, indica a SINC Bianca Acevedo, psicóloga del Weill Cornell Medical College (Estados Unidos) y una de las autoras del estudio. 

5-. Esfuerzo al cuadrado 

Resonancias magnéticas y análisis hormonales muestran que lo que ocurre en el cerebro influye en la duración del amor pero, ¿eso basta para explicar el alto índice de rupturas en el mundo occidental? El matemático de la Universidad Complutense de Madrid José-Manuel Rey Simó decidió abordar este problema social desde un punto de vista matemático. “Algo que se produce de forma tan sistemática no puede obedecer a causas muy diversas”, afirma a SINC. Y tradujo el fenómeno en un sistema de ecuaciones diferenciales, publicado en 2010 en la revistaPLoS ONE. 

La base de la ecuación es la segunda ley de la termodinámica: si un cuerpo deja de recibir calor, se enfría y, para evitarlo, hace falta un aporte externo de energía. Estableció una analogía para el caso de las parejas, dejando claro que funciona “solo como un paralelismo, no como una verdadera ley física de los sentimientos”, donde las variables de la ecuación serían dos: la sensación amorosa –que correspondería con la energía interna del sistema– y el esfuerzo que hace la pareja para que esa sensación dure a lo largo del tiempo –la transferencia externa de calor–. 

“Las parejas no tienen acceso a aumentar de forma directa la sensación amorosa, pero sí pueden hacerlo si incrementan el esfuerzo”, añade el matemático. La pregunta es, ¿cuánto esfuerzo hay que poner para que una pareja sea feliz pasados los efluvios del enamoramiento inicial? “El modelo matemático indica que el nivel de esfuerzo en una relación es siempre superior al que nos gustaría”, reconoce Rey Simó. Y varía en función de cada pareja. 

Con este esfuerzo extra, las matemáticas y las neurociencias coinciden en que lograr un amor para siempre es difícil, pero no imposible. “Contrario a lo que se cree, el amor romántico en las relaciones largas es un fenómeno real”, subraya Bianca Acevedo. Argumentos científicos existen pero a nadie se le escapa que la ciencia no puede responder a todo. Como reconoció el matemático francés Blaise Pascal, el corazón tiene razones que la razón [o la ciencia] no entiende. 

6-. Contra la inercia negativa 

Para acabar de complicar la situación, en el modelo matemático de las relaciones sentimentales formulado por José-Manuel Rey Simó, el sistema es inestable y su propia inercia es negativa, lo que traducido a una relación significa que si una pareja deja de esforzarse y luego quiere retomarlo, es muy posible que no llegue a remontar. 

“Ese plus de esfuerzo necesario unido a la inercia de la dejadez provoca que las parejas tiendan a esforzarse menos de modo paulatino, lo que trae como consecuencia que la variable de la sensación amorosa se desplome”, asegura el matemático. Pero esto no ocurre de un día para otro. “Las parejas no suelen romper de forma brusca, salvo por algún suceso traumático, sino que se trata de un proceso de descomposición paulatino, un deterioro que también se refleja en el modelo matemático”, señala Rey Simó. 

Y el esfuerzo se puede interpretar tanto en cantidad como en calidad, entendido como hacer cosas que nos desagradan pero que le gustan a la otra persona o aumentar la frecuencia de determinadas actividades que puedan ser positivas para los dos. Apostar por la novedad también ayuda porque está demostrado que las sorpresas aumentan los niveles de dopamina, lo que contribuye a mantener vivo el éxtasis romántico.