martes, 28 de diciembre de 2010

Voces adormecidas

 
En una sala blanca, sin ventanas, con iluminación artificial muy intensa, hay dos asientos de plástico y una mesita baja con dos vasos de agua y una jarra, medio llena, de cristal. Los asientos están ocupados por dos hombres mayores, de 93 y 72 años, José Luis y Leonardo. Ambos no saben por qué están en ese lugar, ni como llegaron, ni quienes los llevaron allí. No tienen aspecto de mafiosos, ni maleantes, más bien de personas con necesidad de transmitir ternura. Bajo sus ojos la piel forma bolsas como acumulando horas de sueño perdidas. Las miradas no se encuentran, ambos, humildemente se miran las manos, posan sus manos sobre sus rodillas, esperando a no saben qué, no saben a quién. Giran la cabeza como buscando que la puerta cerrada, de aspecto hermético, se abra y alguien entre a darles una explicación.

JL-El hombre ha dejado de actuar hipócritamente para actuar cínicamente. La hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud, mientras que el cinismo no da ninguna explicación, permite hacer sin más, sin justificarse.

L-Donde hay seres humanos hay que hacer acuerdos para vivir en común y en paz, lo importante en el mundo de hoy no es subrayar las diferencias, sino las cosas en común. Los principios nos permiten ver un paisaje diferente, con valores, que valen la pena, que mueven personas, que atraen a las personas. El principio es el sostén de la casa y los valores  son el contenido de la casa. El ser humano no se rige por pensamientos sino por valores, sentimientos, cada valor esta cargado de emociones.
Hay que saber cual es el valor que hoy mueve a la gente, hoy es el consumo. Hoy, la búsqueda de la humanidad es la búsqueda de un conjunto de principios y valores para compartir y en la que puedan participar todos los seres humanos.

JL-Sí, pero el sistema de vida occidental se esta desmoronando. ¿Hay que reformar el capitalismo?, el capitalismo se ha reformado ya varias veces, desde el siglo XV, donde Europa era un volcán aventurero, expansivo, el humanismo empezaba a sustituir a la teología, el capitalismo  era mercantil, y posteriormente industrial. Pasamos de la expansión al miedo, y ahora que estamos en la era de la comunicación, lo que hacemos es levantar murallas constantes. Este sistema está agotado. El desarrollo que vivimos es insostenible, y no se reacciona. Esta crisis es parte de ese desmoronamiento del sistema, pero nadie actúa. O se corta o se cortará por agotamiento de fuentes de energía, degradación medioambiental, modificación del clima, contaminación y escasez del agua...
Los que quieren cambiar el sistema no pueden y los que pueden no quieren modificarlo. Falta la visión suficiente de los que pueden, que están acomodados y no les alcanza la crisis.
Un dato: para salvar a la banca en todo el mundo se han reunido cientos de miles de millones de dólares, en las mismas fechas, la FAO, pedía doce mil millones para corregir el hambre en el mundo, no los han conseguido....
Hace 60 años, lo esencial era estudiar las necesidades, y la economía y la técnica buscaban la manera de atender las necesidades. Hoy la ciencia, que es lo único que avanza en la sociedad, inventa nuevos productos, y después genera las necesidades. Antes se trataba de buscar satisfacción a las necesidades, y ahora se trata de buscar mercado para lo que se descubre.
Estamos adoptando una forma de pensar puramente de mercado, sin ética, pensamos en que si puedo hacer una cosa, la hago, no pensamos en si puedo hacer una cosa: ¿debo hacerla, se debe hacer?, estamos transformando el mundo en excesivo pragmatismo. Eso da una sensación de impunidad y prepotencia que ha dado lugar a que las fuerzas económicas, las bancarias, se metan en las operaciones que han hundido a muchas de ellas.
El hambre no importa a los banqueros, se ha perdido el respeto al medio ambiente, y por ende a la propia población. No hay ética.

L-La ética se ocupa de las realidades comunes a los humanos, pero para concretarla nos surgen las diferencias, como por ejemplo, la muerte, vivimos la muerte de diferentes formas, aquí es donde entra la moral.
La ética en el actual contexto de globalización es el hogar, ¿como tratar el único hogar que tenemos, que es la tierra?, implica tecnología, valores de cuidado, no explotación excesiva de los recursos naturales, una vida sin derroches. Son valores globales, pues hemos pasado de vivir en comunidades aisladas a una única comunidad. Hay que ver los puntos comunes que podemos firmar todos para vivir en paz, en la única casa que tenemos que es la tierra.
Si el ser humano es el fin en si mismo, y no un medio para utilizar, hay valores que son inherentes a la persona, el principal, el derecho a la vida.
La razón debe actuar midiendo valores, procesos pedagógicos. La educación es importante porque encauza a las personas hacia los valores universales. Hay que partir el proceso planetario, no hay que partir de una sola ética, la hegemónica, la occidental e imponerla a la otra ética, sino que tenemos que refundar la ética desde la condición concreta humana. Los hechos comunes a los seres humanos: todos aman, tienen miedo al dolor, a morir, tienen nostalgia...son situaciones comunes a la condición humana.
¿Cómo a partir de este nudo que todos comparten, podemos fundar una, no ética máxima, sino una ética minima, valores mínimos que todos puedan aceptar?, porque dicen, eso me atañe, eso nace de mi mismo.
Uno de los valores fundamentales es CUIDAR, porque el cuidado protege a la vida. Todos tenemos el sentido de compasión de cara a alguien que sufre, no ser indiferente. La compasión es profundamente humana y la otra dimensión es la de la cooperación, ayudar a otro que está caído, son dimensiones de la profundidad humana,
Porque somos seres que vivimos juntos, la sociedad es cooperativa, no siempre es competir. Somos seres inteligentes, de construcción, pero también seres de egoísmo, de rechazo, de exclusión. Tenemos que darle fuerza a las dimensiones del CUIDADO. Todo el proceso de civilización es reforzar las dimensiones del cuidado.  A nivel mundial hay que subrayar que hay que ser tolerantes, aceptar la diversidad, que otro por ser diferente no es desigual ni ajeno a mi, solo diferente.
Esa tolerancia, comprensión, esa convivencia es un imperativo fundamental, porque hay tantos fundamentalismos, que toman su doctrina como la verdadera que quiere imponerla por la fuerza.
Hoy se hace más necesario esa tolerancia, esa convivencia, y la alegría de vivir, de convivir construyendo juntos, buscando crecer juntos. Es el gran reto pedagógico de la conciencia planetaria.

JL-¿Y qué se puede hacer? Buscar otra cultura y recuperar la libertad, la dignidad, el respeto (como valores tradicionales) y destronar al dinero del valor absoluto que tiene ahora. Destronar ese sistema de valores focalizado en el dinero. Esto exige una educación, y son los poderes públicos los que pueden montar esa educación, pero claro, lucharían contra el valor que les favorece a ellos. Hay que buscar otro sentido de humanidad, un cambio por la educación. Mientras tanto todos tenemos el deber de defender nuestra vida personal, individual y global, del universo entero. Somos una pequeña partícula del universo que tiene el deber de vivir la vida que se nos ha dado.
Pero quienes quieren cambiar el sistema les encargan a los mismos q hundieron el sistema que lo recomponga, y tenemos que oponernos a eso.

Tenemos que pensar en una actitud que rectifique nuestra forma de vivir, mientras que unos poco derrochan, otros muchos se mueren hambre.
Gastamos dinero en buscar agua en Marte y mientras corrompemos el agua del planeta, escaseando ya en muchos núcleos de población.
En cincuenta años, se va a tener que imponer un cambio brutal del sistema. Apostaría por del decrecimiento para los que despilfarran en favor de los que pasan hambre.
Claro que el débil siempre quiere reglas y justicia, normas, mientras que el rico quiere libertad para hacer lo que le de la gana. Los países ricos prefieren estar como están a un gobierno mundial en el cual los pobres puedan tener voto.
Una de las razones que más dan los que estén a favor de la globalización es por el progreso de la técnica, porque  hoy hay necesidad de negocios y operaciones planetarios y la necesidad de actuar en todas partes, pero esos medios técnicos también se podrían usar para expandir y mejorar la justicia en todas partes, la educación en todas partes, pero eso ya no les interesa porque entonces se estarían cuestionando sus privilegios y se concentran solo en la economía que es lo que les importa. Pero a medida que la técnica avanza, concentrada en problemas planetarios, como la energía, el progreso técnico impone un gobierno mundial.
Cuanto mas mejoran los medios de transporte y comunicación, mayores muros y barreras se establecen para el movimiento libre de ideas y personas.

L-¿Sabes?, la carta de la tierra inaugura el siglo XXI, apoyada por la ONU y la UNESCO, intenta una mirada global del ser humano, viendo que somos parte del proceso de evolución de la tierra. Dentro de este proceso inmenso, está el ser humano, con su singularidad, que constantemente se cuestiona cuál es su lugar y su deber en su existencia.
Incorpora lo mejor de las tendencias de la ecología, que apunta hacia lo sostenible. Mira la ecología social, la no violencia, la convivencia. Asume lo mejor de la ecología interior que es ¿como convivir con los movimientos interiores, lo prejuicios, temores, los valores? y una ecología integral que ve la totalidad del universo, que ve que somos responsables de la tierra y de que la vida humana sea una vida feliz y fraterna.
El eje principal de todo sería el desarrollo sostenible. Todo tiene que tener la fuerza de crecer sosteniéndose.

Las alternativas energéticas deben encuadrarse en el contexto de los problemas estructurales de sostenibilidad. La energía fósil tiene límites, para el 2030 se acabaran las reservas de petróleo. ¿Qué alternativas tenemos? Si queremos mantener el índice de crecimiento de automóviles, de industrialización arrolladora que utiliza demasiada energía, de poco servirán alternativas energéticas, porque supone sostener este tipo de crecimiento.
Hay que partir de la simplicidad voluntaria, tenemos o necesitamos mucho menos para ser mucho más. Es insostenible mantener el nivel de crecimiento de vehículos. Tenemos que cambiar, no de matriz energética, sino de tipo de cultura basada en los bienes materiales, de consumo ilimitado y con sobreexplotación de los recursos. O cambiamos de relación con la tierra, aprovechando los recursos, pensando en las futuras generaciones, la solidaridad generacional, o vamos al abismo. La cultura capitalista, tan material, poco sensible a valores, no quiere renunciar a nada, va a llevar su lógica hasta el final, y llegamos a un punto de inflexión tremendo con una humanidad que se enfrenta al hambre, a la sed, a conflictos entre naciones desesperados que quieren comer, crisis mundiales porque la tierra ya no ofrece comida para todos.

JL-¿Y la ciencia? es de todas las estructuras de nuestro sistema, la única que avanza (la cultura no avanza, la religión, menos) y va a imponer muchas cosas, por ejemplo, adaptaciones de la genética sobre el propio cuerpo humano. Y será indispensable una autoridad mundial para evitar estos desconciertos y conflictos.
El hombre ha hecho con la palabra la civilización. El siguiente paso en el progreso del hombre será la tecnificación del propio cuerpo, que modifique la estructura física del ser humano, implantación de chips que puedan dirigir al propio hombre pero ese futuro será ya ciencia ficción, como la teología...



Nuestros personajes José Luís y Leonardo, son en realidad José Luis Sampedro (escritor, catedrático de economía estructural) y Leonardo Boff (filósofo, franciscano, uno de los padres de la Teología de la Liberación).

Escuchemos con más asiduidad éste tipo de voces, no dejemos que pensamientos sencillos, humildes, coherentes y humanos como estos queden ocultos por las grotescas voces que nos envuelven, constantemente y desde numerosos frentes, imponiendo los pragmáticos dogmas actuales que hacen que lo verdaderamente humano quede en voces adormecidas por el sistema…

martes, 14 de diciembre de 2010

Una llamada a la vida Conmigo


Te espero en el camino


-Ja,ja,ja, pero, ¿qué te sucede Pablito?. Estás pálido.
La muchacha me miraba con unos ojos marrones, lindos, una sonrisa angelical, limpia.
-¿Cómo hemos llegado hasta aquí?-le pregunté.
-¿No recuerdas?, llegue ayer a la tarde, me llamaste y aquí estoy. Verdaderamente estabas muy bebido cuando me viniste a recoger a la estación, y la noche no mejoró tu tono de cordura, pero te veía muy gracioso. Hacía tiempo que no te notaba tan desenvuelto.
-Bueno, no creo que el alcohol tenga bondades que halagar a estas alturas, sobre todo cuando las resacas te descubren momentos inesperados como este.
-Deberías, entonces, escoger mejor tus momentos de debilidad para involucrar a terceros, ¿no te parece?.
-¿Por qué me dices eso?, con una llamada de teléfono ¿has venido hasta aquí?.
-No ha sido una llamada Pablo, fueron media docena, a las cuales te contestaba que no era oportuno, que no nos haría bien a ninguno de los dos, pero sobre todo a ti. Aún así, te empeñaste en que abriese el correo electrónico y leyese unas notas que, según dijiste, habías escrito para decirme lo que no te atrevías a expresar cara a cara. Me quede muy sorprendida, anonadada, triste y culpable. Te notaba tan desesperado, en tu voz, en tus letras, que pensé que realmente sería necesario hacer este viaje.

Pablo resoplaba mientras mantenía su cabeza entre sus manos, tratando de no perder el equilibrio mientras asumía una situación que le parecía irreal. ¿A que altura de la semana, de su vida había comenzado a perder la capacidad de controlar sus impulsos?, pensaba en silencio mientras mantenía los ojos cerrados para que los rayos de luz no le punzaran la vista.

-¿Me permites leer las líneas que te escribí y que tan impetuosamente han concebido tu presencia aquí?.
-Naturalmente. Llevo impreso el correo. Está en mi bolso, acércamelo, justo detrás de ti.
Pablo le acercó un minúsculo bolso plateado alargado, con flecos grises impregnados en brillantina.
-Veo que todavía sigues comprándote baratijas en los mercadillos chinos.
-Anda, cielo, no importunes tan temprano, que deberías estar más bien agradecido de amanecer conmigo en este hotel y no tirado en un banco de cualquier calle. Toma, la carta. Veo que no te tomaste mucha molestia de hacer un borrador, porque tú, como siempre, en tu línea de escribir para ti, haces que no concuerden algunas palabras, ¡hijo, repásate un poquito antes de mandar nada!.

Pablo tomó la carta y comenzó a leer para sí:

“Estas letras que te escribo pueden no ser para ti cuando las leas,
Son un alivio del corazón,
Que en éste momento se encuentra roto.
Si te contara el pesar que siento,
tendría que decir indiferencia y remordimiento.
Siento que te quiero,
Desde lo más profundo de mi corazón,
Pero te veo  tan lejos que no encuentro razón,
O no quiero encontrarla, para seguir queriéndote.
Ante esto me desplomo porque no tienen explicación
Las palabras que ahora te escribo.
Si te dijera quien soy en este momento,
Pensaría en una persona abandonada por sí mismo.
Busco la compañía de la primera persona que me llame la atención,
Busco a “esa” persona en cada coche que se cruza,
En cada mirada que esquiva la mía, en cada sonrisa que me gusta,
Pero en ninguna de las veces en que “no” te busco
Siento la necesidad de que aparezcas.
Me he abandonado sin remedio,
Y conmigo te fuiste tú.
Me encuentro en el desamparo,
Tendido al primer calor que se aproxime,
Y temo que, al entregarme, desesperadamente,
Pierda la identidad que contigo he significado.”

Pablo dobló la carta y se la devolvió a la chica que se encontrada sentada en el borde de la cama, ya casi vestida y con ademán de incorporarse para terminar de vestirse, pero fue frenada por las manos de Pablo que la invitaron a permanecer sentada.
El se giró, dándole la espalda y se dirigió hacia la ventana. Miraba pensativo, acariciándose la barba suavemente, entre confundido y buscando la serenidad para dar la contestación correcta al escenario en el que se encontraba.

-Pablo, no puedes ser tan inmaduro. Denotas una sensación de caprichoso cuando te muestras tan vulnerable que no te conviene. Frustrarte tan fácilmente cuando no consigues algo en el momento que te place, o no saber disfrutar del momento en el que vives porque deseas entonces algo distinto a lo que tienes, y aún consiguiendo ese “algo” distinto, te vuelves a frustrar porque entonces deseas todo lo contrario, te hace de poca confianza para quien está a tu lado, bien sea pareja, amigo, familiar o compañero de trabajo. Debes usar un criterio más equilibrado para afrontar cada momento del día-le espetaba ella.

-Estoy harto de escuchar eso, de ti y de mi familia, estoy harto de ser el niño bueno, estoy harto de hacer lo adecuado. No quiero haceros daño a nadie, pero si que quiero en cada momento hacer lo distinto a lo esperado, a lo deseado por el instante, por cada uno de vosotros, por vuestras y mis expectativas. Si abres la ventana y miras atentamente, ¿qué ves?, amor, trabajo, “bienestar”, estabilidad y tranquilidad. Puedo estar horas contemplando, ahora, las bondades de mi vida. ¿Y cuáles son esas bondades?, las mismas que me afligen. El amor, el trabajo, ésta mal llamada “estabilidad o bienestar”, tan corrompido y falso. Me inquieta el futuro, pero en el sentido de no tener libertad.

-¿No te sientes libre?

-No, creo que no, porque no se si hago siempre lo que quiero o lo que debo.

-Pablo, piensa tranquilamente en lo que quieres y en lo que estás haciendo.

-Hablamos, entonces, más tarde…

lunes, 13 de diciembre de 2010

Una llamada a la vida Conmigo Primera llamada….

Recuerdo una mañana que me levanté en otra cama que no era la mía, entre paredes que aún no reconocía, a una hora que un lunes jamás hubiera pensado que, siendo no festivo, podría desencadenar tal resaca de incertidumbre. Tenía el cuello destrozado, no encontraba la almohada (realmente no había dormido con almohada). Miré a mi derecha y ví un rostro que, a priori, no me era familiar. Conforme fui despegando las lágrimas solidificadas de mis ojos, como en una película en la que James Bond se recupera de un fuerte golpe en la nuca, pero como buen héroe no le supone secuela para seguir con su misión, voy despedazándome del hastío de la inconcupiscencia del momento, pues me veo como un alma refleja que observa desde fuera el cuerpo corrupto por una noche de alcohol.
No se si es un sueño que recuerda al momento actual o realmente estoy viviendo el mismo momento soñado pero en diferente escenario. El caso es que ahora mismo he vuelto a mirar a mi derecha y el rostro ha cambiado, es más, el olor ha cambiado, o mejor dicho, emana un olor que anteriormente no existía. Menuda confusión, no reconozco ese olor, pero me noto aún más trastornado al inspirar con fuerza, como si con ello absorbiese mejor los caracteres definitorios del perfume que trastoca momentáneamente mi mente. Me acerco, conmocionado (pues tengo un dolor de cabeza que me provoca deseo de arrancármela como un casco de moto), al cuerpo, que descubro desnudo, postrado sobre la cama. Deslizo mis dedos sobre su espalda y descubro brevemente debajo de la sábana, que cubre el coxis, una fisionomía femenina de la que emana el olor, avinagrado, reciente y resultado de un momento de estrés físico víctima de un  acalorado ejercicio súbito, y que conociéndome, me supongo breve.

         No salgo de mi asombro, ¡Yo!, que tratando de salir del atolladero en el que me encuentro, me despierto junto a una persona, desconocida y con la que parece que ¡he compartido más que un momento de radio para dormir!, (enfatizo el momento, no por triunfal, sino por la pérdida de libido que sufro desde hace unos meses, y que parece recuperada).
Empiezo a deambular por la estrechez del dormitorio, preguntándome, ¿dónde estoy? y ¿cómo he llegado hasta aquí?. Despejo las cortinas de la ventana y me asomo vislumbrando un bosque de pinos que me hace sentirme más confundido aún. ¿Qué es esto?, pero ¿cómo he llegado hasta aquí?. Comienzo a ponerme nervioso y se me ocurre mirar entre las ropas esparcidas por el suelo buscando mi cartera, para ver si soy quien creo ser, (me siento sumido en una paranoia descomunal, en un sentimiento de bipolaridad, de no creerme ser quien soy).
Mi ropa no está, comienzo a sudar, a pensar en que pudo pasar anoche, que pude hacer para estar como estoy, y la frente se humedece hasta tal punto que las gotas de sudor discurren por mis sienes sin sentirlas caer hacia el vacío, siendo éste por ejemplo mis pies, pero al no sentir el tacto de las gotas romper, me siento sumido en el aire, perdido, confundido. No creo lo que me está pasando, no conozco lo que está sucediendo en mi vida….

         De repente, el cuerpo de la chica se gira, aparta suavemente el pelo que le cubre la cara, y descubre su rostro, y se queda mirándome con ánimo de decirme algo, pero mi cara desencajada del susto (y es bella la mujer) se adelanta a su iniciativa desesperadamente y pronuncio con la voz rota: ¡pero que haces tú aquí!....

jueves, 2 de diciembre de 2010

Una llamada a la vida Conmigo… Miradas perdidas

Leonor

Leonor tomaba su taza de consomé resguardada al calor del brasero encendido. Su mano temblorosa le dificultaba sorber el caldo sin derramarse algunas gotas en el intento. Los ojos, caídos por la edad, estaban fijos en el rostro de su hermana que realizaba movimientos similares con su respectiva taza pero con menor dificultad. Tenía la mirada perdida en su hermana, como si estuviese desnudando su mente o quisiera transmitirle lo que pensaba.
En el salón se escuchaba el televisor de fondo, aunque sin prestarle mucha atención, mientras se afanaban en apurar los últimos tropezones de huevo duro y jamón picado con la cucharita del café.

         Leonor sentía la necesidad de hablarle a su hermana, como en otras muchas ocasiones, pero sentía que le vencía el incombustible calor que le estaba irradiando desde el pecho hasta el resto de su cuerpo.
Quería decírselo, igual que quiso decirle, en su momento,  lo de Mateo “El Pilote”, vecino de la huerta, de toda la vida, y del cuál su hermana estaba perdidamente enamorada, y al que descubrió junto a Leonor paseando por el río una tarde de verano siendo jovencitas. Nunca le perdonó aquella “infidelidad” perpetrada entre hermanas, nunca pudo, Leonor, explicarle aquel paseo, inocente para ella, convocatoria en la que pretendía declararle el amor de su hermana al hombre al que amaba y que se transformó en una destructiva mala interpretación de los hechos. Nunca pudo, bien por tozudez de su hermana, bien por cobardía de Leonor, decirle lo que realmente sucedió aquella tarde.

         El calor se transformaba en punzones para cada milímetro del interior de su cuerpo, y no se atrevía a exhalar palabra para quién desde hacía años, no existía más que resignada convivencia de conveniencia, huidiza de la tan temida soledad. No sabía como hacer para decirle que sentía una ebullición de sentimientos que caerían, en breve en un corazón podrido. Recordaba como no supo nunca decirle que ella no quiso mostrarse más complaciente con “Papaíto”, ni cómo intentaba acercar su hermana hacia quién sólo quería proteger con sus ojos a la pequeña de la casa. No podía olvidar la tristeza que le provocaban los ataques de celos e ira incontenida que su hermana sufría cuando las caricias en la mejilla y la repetición de besos de su padre eran para Leonor, para la pequeña. En aquel caso, nunca, tampoco, tuvieron la cercanía, el valor, de hablarlo, y con los años, otro muro que se edificaba entre ellas.

         Leonor notaba la falta de aire, la fatiga en sus entrañas, la mirada nublada. Extendió la mano intentando coger la de su hermana. Quería por fin hablar, decirle lo mucho que la quería, pedirle perdón por lo que se hubiese sentido ofendida, reprenderla en lo que la hizo sufrir, sincerarse en todo aquello que se guardó día tras día, año tras año, indiferencia tras indiferencia. La mano huesuda, arrugada, sudorosa, se desplazaba lentamente por el hule de la mesa, como sedienta de abrazar otros huesos, otra carne igual a la suya, corrompida por el tiempo, pero necesitada de ese roce. Al fin, alcanzado el objetivo, agarró débilmente la punta de los dedos de su hermana, mientras la cabeza, sumida en la más absoluta abstracción, y falta ya de vida, se derrumbaba sobre la inacabada taza de consomé. Mientras tanto, Marisa, deshacía las lágrimas que caían en sus dedos entrelazados a los moribundos de Leonor.


Manuel

-¡Buenas noches princesa!
-Hola Manuel- decía suavemente, distante, mientras evitaba que el beso de bienvenida cayera en sus labios.
Manuel tuvo que conformarse con una leve caricia de sus labios en la mejilla.
-¿Dónde te apetece cenar?
-Vamos al Albaycín, que quiero un sitio tranquilo.
Manuel notaba el silencio establecido al arrancar el coche, interrumpido sólo por el tubo de escape picado.
Durante el camino, Él intentó iniciar una conversación tratando diferentes temas, a cada cuál más trivial, menos profundo, desde “¿qué perfume usas?”, hasta “¡Vaya la que está cayendo esta noche!”. Pero la respuesta era escueta y resolutiva, sin que diese pie a continuarla con una nueva frase.

         Llegaron al bar. El ambiente era apacible, tranquilo, con sólo dos mesas ocupadas también por sendas parejas. Ellos se acomodaron en una mesa centrada en la estancia, lejos de esconderse, y cerca de estar vigilados para incomodar cualquier intento de beso fugaz, al menos eso pensaba Manuel (empezamos bien la noche…).

         Una copa de vino, dos, tres, otra botella… El vino, a diferencia de la cerveza, provoca en Manuel mayor desenvoltura en situaciones difíciles, y la de esta noche iba a ser de las más duras para sobrellevar. Ambos comenzaron a mostrarse con más naturalidad, aunque quizás, tal sinceridad no gustara a Manuel cuando escuchó de los labios, de quién lo tenía completamente obnubilado, que esa sería su última noche.
Como quien esquiva hojas en una tarde de ventisca otoñal, Manuel quería no asumir que esas palabras serían definitivas para sus oídos. Se sentía muy cómodo, flotando en el arco iris que siempre había soñado alcanzar, o al menos esa noche quería que fuese su arco iris.

         Ambos hablaron y hablaron hasta que notaron unos leves toques en sus pies, de quien deseaba acabar la faena de alimentar a la carta a los comensales que gustosamente habían elegido su local para cenar. Los dos se miraron, pero como en el resto de la cena, no se dijeron lo que sus ojos transmitían. Pidieron la cuenta, se despidieron del cansado camarero y salieron. Volvieron a mirarse. Manuel sintió una aguja de hielo atravesarle la garganta. Sus ojos ingrávidos esperaban una sola frase, la no deseada, evitaba parpadear, sosteniendo los ojos húmedos de quién Él esperaba se despediría para siempre.
La respuesta fue contraria a las expectativas de Manuel. A propuesta de su flamante acompañante, montaron en su coche y se dirigieron a un local de copas donde poder compartir algo más de tiempo, hasta el esperado momento de la inevitable despedida.

-¡Para aquí Manuel, que tengo que sacar dinero!.
-Si, claro, espera que me coloco un poquito más adelante, en doble fila y así pueden pasar los coches que vengan detrás.
El motor quedó al ralentí. La calefacción o la propia rubefacción de Manuel por la tensión, provocaban un desasosiego en el esfínter que tenía que contener la botella de vino ingerida, que lo hacía tambalearse dentro del mismo asiento. A través de la ventanilla del copiloto, la noche, y el momento, le regalaban a Manuel una sonrisa, de aquel cuerpo que tiritando por el frío de la noche, esperaba que aquella máquina le diese el dinero.

         Manuel, nervioso, observaba aquella silueta alumbrada por un foco parpadeante en la estancia del cajero. Pero veía a alguien que lo hacía sentir especial, vivo, distinto a como se había sentido en mucho tiempo. ¿Amor?, quizás no en su más amplia definición, pero si en la máxima magnificencia de sentir el cosquilleo inconfundible de no querer desprenderse de alguien, al menos, (si con ello hay que conformarse) esa noche.
No había querido introducir el tema de qué pasaría entre ellos mañana, pasado… No quería incomodar sin dejar de disfrutar, ni un solo momento, de su presencia. No es que se viese superado por su excesivo servilismo, entrega, pero si observaba cómo una vela se apagaba sin tener el valor de acercarle una llama para que se mantuviese.

          A través de la ventanilla, observaba como su inoperancia provocaría alargar levemente el encuentro mientras consumiesen una “copa” sin compartir, ambos, sus deseos, sus sentimientos, sus miserias…
De repente, una opresión en el pecho, un torbellino de aire frío invadió su interior. Manuel, miró la intermitencia de la luz del cajero, la silueta en el acerado de quién estaba compungiendo su corazón. Salió del coche sin parar el motor, sin cerrar la puerta, y en dos zancadas su cuerpo envolvió en un abrazo eterno a su recién conocido Javier. Ambos, fijamente, desnudaron sus miradas y se dijeron todo en un segundo a través de un beso infinito…