lunes, 23 de enero de 2017

Mis pies y mis manos

Mi mano derecha tiene bigote,
me acaricia y alecciona,
me enseña, me frena y me empuja,
es fuerte en la acción,
robusta en el consuelo.
Surgió de escuálidos huesos,
tuvo tesón como alimento que ahora exhibe en piel encallada,
para hacerse de la nada.
Mi mano derecha es la inteligencia,
la lucha, el inconformismo,
la siempre lágrima contenida.

Mi mano izquierda entra en mi vida desde temprano,
Mece mi mente, atrae el sueño,
forja mi cuerpo, es mi sustento.
Pura, sensible, inocente y frágil,
ve mis heridas antes de ser vestidas de sangre
y las cubre de emplastos de amor.
Mi mano izquierda es mi abrigo,
es pasión, incondicional entrega,
en mis ojos causa sed que en mi boca cura,
zurce cada mella en mi corazón
con agujas de acero e hilo de algodón,
la siempre lágrima incontenida.

Mis pies nacieron después,
son el camino que queda aún por andar
y serán, al final, mi destino
cuando el camino acabe.
Me sostienen y tensan mis rodillas cuando estás se doblan.
Son valor, coraje,
ingenuidad, utopía,
son límpida alegría.
Paralizan mi baile, si es descoordinado.
Mis pies son asimétricos,
uno es más grande que el otro.
Uno es el abrazo torcido, que otrora lloraba
y hoy, en virtud, alecciona.
El otro es una poción de nieve y miel
que aporta la efervescencia para iluminar mi vida.

Son mis pies y mis manos,
mis manos y mis pies
quienes hacen que yo sea el hombre que quiera ser.
Ejercitan y recomponen el ritmo de mi corazón
si este se atormenta o acelera.
Sus caricias me prometen los sueños deseados
y sus pasos forjan mi voluntad para cumplirlos.



miércoles, 11 de enero de 2017

Sin acuse de recibo

Tu silencio, maldito, hace parecer que pienses
que no pueda sentir tu lejanía,
pues heme aquí con mi letanía,
deseando ver humo blanco en tus montes.

Nuestro tiempo fue breve, no lo quisiste intenso,
sin embargo, sin querer quererlo,
contemplamos la alborada, pudiste verlo,
cada uno en su horizonte inmenso.

Sentí tus besos, tu piel, tu calor,
acaricié tu alma, tus anhelos, tu pesar, tus miedos,
deseé replicarte, a cada instante, soñé volar al sentir tus dedos,
bailé al escucharte, sonreí al abrazarte, enloquecí con tu olor.

Tu mente es una exclusa en transcición
y no aprecias al servil lazarillo
que incondicional espera tu zarcillo.
No quiero- dirás, has perdido la razón.

Y abandonarás los pinares y el mar,
la tóxica calima, la sal.
Yo desesperaré ante tu ausencia carnal,
pero aún hoy, cerca y en silencio, solo te puedo acezar.

No es la razón lo que he perdido,
la desesperación por tu silencio me empuja a sentir
lo que probablemente no existe, pero intento mentir
a un triste y huérfano corazón, desatendido.