miércoles, 11 de enero de 2017

Sin acuse de recibo

Tu silencio, maldito, hace parecer que pienses
que no pueda sentir tu lejanía,
pues heme aquí con mi letanía,
deseando ver humo blanco en tus montes.

Nuestro tiempo fue breve, no lo quisiste intenso,
sin embargo, sin querer quererlo,
contemplamos la alborada, pudiste verlo,
cada uno en su horizonte inmenso.

Sentí tus besos, tu piel, tu calor,
acaricié tu alma, tus anhelos, tu pesar, tus miedos,
deseé replicarte, a cada instante, soñé volar al sentir tus dedos,
bailé al escucharte, sonreí al abrazarte, enloquecí con tu olor.

Tu mente es una exclusa en transcición
y no aprecias al servil lazarillo
que incondicional espera tu zarcillo.
No quiero- dirás, has perdido la razón.

Y abandonarás los pinares y el mar,
la tóxica calima, la sal.
Yo desesperaré ante tu ausencia carnal,
pero aún hoy, cerca y en silencio, solo te puedo acezar.

No es la razón lo que he perdido,
la desesperación por tu silencio me empuja a sentir
lo que probablemente no existe, pero intento mentir
a un triste y huérfano corazón, desatendido.

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