Esta mañana cambié mi recorrido,
busqué tus huellas para seguirte
y encontrarte.
Mirar la perpetuidad del sol
enerva mi mente y la confunde
al pensar que nosotros
somos pasajeros.
Recuerdo tus palabras,
me invitabas a borrarte,
a no sentirte más,
a evitar encuentros extemporáneos,
pero tú te vas...
Y la noche eterna finaliza,
la luz se apaga,
la carne se ablanda
y la humedad se evapora.
El calor abre la puerta al frío,
aunque me aferro a buscar rescoldo
hasta que el tiempo pase,
inerte te deseo en tu isla
y que regreses de nuevo.
Estoy dispuesto a cruzar el mar
y rescatarte, y desamordazarte,
para que vuelvas a iluminar mis ojos,
henchir mi pecho,
mojar mis labios,
atar mis manos
y liberar mi mente
del recuerdo de la miel salada
que me diste a probar
y de la que no encuentro antídoto.
Sueño con ser como el sol perpetuo,
esperar, de nuevo, a ser inmortales,
hasta el final de nuestro aliento,
aunque dudo si soñarte
me ayudará a esperarte y encontrarte,
puede ser mi veneno o mi alimento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario