miércoles, 18 de julio de 2012

Proyectos para el verano


(Pon la canción mientras lees)

Con la última “levantá” de la mañana, justo el día en que tomas vacaciones, se te plantea cómo pasar los próximos treinta días de asueto que se suceden.
Te paras a pensar que estás sin un duro y que quizás la mejor opción para descansar y desconectar es la visita al “nido familiar”, pero sabiendo que un mes de compartir diariamente con tus seres queridos no cubre las necesidades de separarte de los aspectos cotidianos que van acaeciendo en el transcurso del año (bien sea por estar estudiando, trabajando o buscando trabajo, reinventándote…). Parece que necesitas encontrar la trascendencia al tiempo que vas a vivir fuera de la rutina, para que per sé no se convierta tu próximo devenir diario en un hábito. Hacer un viaje (no tengo dinero), visitar a algún amigo (debo compaginar mis vacaciones con las suyas), irte a casa de tu pareja aunque esté trabajando, a casa de tus suegros, o simplemente quedarte en casa. En cualquier caso es un reto que afrontamos cada año de manera más o menos improvisada.

Recuerdas entonces las prioridades que tenías de niño, qué te enriquecían en la infancia y cómo simplificabas para ser feliz día a día. La visita a los abuelos, juntarte con tus primos, ir a la piscina de tu pueblo con los amigos, quedar a echar una partida de baloncesto, tomarte unas cervezas en el típico parque aislado de la urbe donde nadie te veía fumar tus primeros cigarrillos… y el verano pasaba plácidamente sin cuestionártelo.

            Conforme cumples años, hablar de vacaciones puede convertirse en una pesadilla al no saber donde ubicarte y qué hacer, ni con quién. Quizás adquirimos ciertos valores materiales que nos impiden sentir la belleza de lo inmaterial. Que realmente nos enriquece. Poéticamente se te ocurre un atardecer en la playa, sin reloj, una puesta de sol en la sierra, un concierto de jazz al aire libre, naturalmente ninguno de estos planes suceden en soledad, sería triste y aburrido, y sobre todo, no los apreciarías como bellos.

            Vivimos cada vez en un ambiente más individual, y con los años nos volvemos más exquisitos hacia nosotros mismos, más huraños y apáticos a sentir con alguien a nuestro lado, pero llegan determinadas fechas en las que sientes la necesidad de compartir tu tiempo con alguien para que le dé sentido a tu vida. Somos seres sociables, y como tales, tenemos la necesidad de hacer partícipe a tu “yo complementario” de la maravillosa sensación que se siente al levantarte cada día percibiendo que merece la pena el mero hecho de respirar (aunque a veces nos empeñemos en ahogarnos con nuestro propio aire por convertir lo minimalista en grotescamente voluminoso, cada uno que piense en sí mismo y sus problemas, adquiridos o autoprovocados, sus agobios).

            El otro día en una charla volví a escuchar a Emilio Duró y su exposición sobre cómo afrontar con optimismo e ilusión la vida, trataba de rebatir esa frase de “hay una estación para cada tren…” y a continuación, exasperado fulminaba al público con un “¡sal a buscarlo hijo mío, la vida no se te presenta cómo, cuando y con quién quieres, hay que lucharla, hay que buscarla!”. Y es ese ejercicio el que, en mayor o menor medida, nos proponemos cada día ejecutar. Naturalmente con unos porcentajes de éxito variables. Lo que más me gustan de las montañas rusas, y escribe un doliente de vértigo crónico, es el momento en el que el vagón está subiendo, toma la cima y se para. Respiras hondo, te quitas el reloj y piensas lo bien que te encuentras. No sueles mirar atrás ni compararte con los momentos de triste debilidad que te han encumbrado ahora a lo más alto, al contrario de cuando estás abajo que siempre piensas que en cualquier momento de felicidad pasado. Y sin embargo, el vagón vuelve a bajar, aunque te resistas a sacar los pies para frenarlo, la caída puede ser brutal si no tienes un colchón mullido que te acoja al tomar tierra. Y vuelves a empezar.

            Dado que ahora se presentan unos días de incorrompible placer, o eso se espera siempre, la oportunidad de un “volver a empezar” debe ser la seña de identidad de cada día, pero siempre buscando la espontaneidad, pues ya lo dicen los abuelos cuando coges carrerilla y te advierten con ese “se te ve venir”. La búsqueda de la felicidad, y me refiero a la compañía que te permite esa percepción de regocijo, es un circuito de raíles con diferentes alturas, que si bien te enseñan que la cautela es uno de los frenos en la bajada, discurre a toda velocidad cuando te sientes que alcanzas el pináculo y reniegas de que suceda el más que esperado descenso, porque esto último no es lo que te hace sentir feliz.

            Tienes treinta días por delante y los quieres vivir deprisa, intensos, absorbiendo cada instante para relamerte con los jugos que te ofrece. Lo mejor para disfrutarlo es equivocarte constantemente, romper la hegemonía de lo normalizado, de otra forma te resultará difícil sentirte vivo.

            No tengo planes, pero quisiera poder disfrutar de la compañía de mi abuela, de la brisa del campo en la noche junto a la piscina departiendo con mis padres frente a un gin tonic, de bañarme con mis hermanos esperándonos una barbacoa de pescado, de tumbarme en el césped, la playa, con mis primos hablando largo y tendido de lo banal y lo divino, de conocer nuevos rincones con mi Perico, y por supuesto, espero disfrutar de una puesta de sol en la sierra, de un atardecer en la playa, de un concierto de jazz al aire libre, y de sentir la espontaneidad de un beso inesperado que me encumbre de nuevo a lo más alto de esa sucesión de raíles con altibajos que es la propia vida.

           

           



1 comentario:

  1. Escuche alguna vez un dicho que dice: "La vida es aquello que te va pasando mientras tú te empeñas en buscar algo más". Hoy leí una frase de Gandhi "Hoy es el mañana que tanto te preocupaba ayer" Valió la pena?

    Para que abrumarte con preocupaciones si ese sentimiento al que llamamos miedo (respuesta sensible a lo desconocido) es el que nos da el sentimiento de espontaneidad que nos hace sentir VIVOS.
    Que diablos importa lo que pasará mañana se feliz hoy que no sabes si mañana estarás vivo.

    ResponderEliminar